viernes, julio 06, 2007
Experiencia vivencial
Ayer en el avión, volviendo de Madrid, me lo pasé en grande. Primero, antes de despegar, a la gente de las últimas filas le dio excitación o algo, y la pobre azafata no daba a basto. Que si un cojín, que si deme agua que me muero de sed, que si puedo ir al lavabo antes de volar, que si hace calor... Yo me puse a leer, e intenté molestar lo menos posible (aunque al darle al botón de la lucecita me equivoqué y le di al de atención azafatil). Pero lo que me provocó un paro cardíaco fue la vista que me llevé de Barcelona nocturna. Ya llegando, obviamente, tuve el placer de contemplar toda la ciudad con sus lucecitas y sus torres absurdas... incluso las tres chimeneas de Sant Adrià. Supongo que esto ocurre siempre, lo que no ocurre siempre es que me toque asiento en ventanilla y que me de por mirar a través de ella, ya que siempre me concentro en un libro, en la música que escuche o en una conversación ajena (que me encantan).
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2 comentarios:
yo siento lo mismo cuando viajo a ciudad real.
para cuándo un concierto de roña pura? o de pura roña?
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